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“Una voluntad para no rechazar nada de esta vida. La cual es la virtud que más honro” – Albert Camus

 

Vivir intensamente, asumir la responsabilidad de tus circunstancias o dejar de caer en el victimismo son las diferentes aristas de un mismo vértice, la de vivir con plenitud. Pongamos que hablo de Madrid, pongamos que hablo de alguien de Madrid. Es más, pongamos que hablo de alguien que ha vivido los resultados de un buen proceso de coaching en Madrid.

Hola, me llamo Alejandro y he pasado por un proceso de coaching. Quería contaros desde un punto de vista teórico y práctico cómo pasé de un estadio estético a un estadio ético, según Kierkergard. O lo que es lo mismo, cómo pasé de dejarme de hacer cargo de algunos aspectos de mi vida reproducidos en modo de queja a verme como parte de mis problemas e implicarme en su solución.

Muchas veces en la mera formulación del problema está implícita su posible solución y cuando asumimos que podemos llegar a ser parte del problema, las posibilidades de actuación son drásticamente diferentes. Hay un pathos, lo que se siente, que cambia y se produce una implicación y una energización que nos compromete en la búsqueda de soluciones. (Estadio ético) y en ese despliegue de responsabilidad hay una arrebatadora plenitud, para más aspectos de nuestra vida. La elección es, según Kierkergard, lo que nos constituye.

La vida no es no mojarse, la vida es aprender a bailar bajo la lluvia

El vitalismo de la frase de Camus con la que comienza el texto, entiende esa elección como una aceptación de la vida en sí tal y como es, aceptación, gratitud y, a partir de ahí reconciliación con nosotros mismos, con los otros, con la vida.

Tomar decisiones no es fácil. La vida nos exige en muchas ocasiones coger el toro por los cuernos, pasar a la acción, hacer elecciones complejas, a veces pagando un peaje, romper lealtades, soltar viejos hábitos, hacer pequeños cambios o tal vez no tan pequeños.

Es más fácil quejarse y no hacer nada, pagando a veces un precio muy alto, incluso a costa de nuestra salud. Yo lo llamo «vivir para el fin de semana«. Lo cual no deja de ser una ficción, un autoengaño. La vida no es no mojarse, la vida es aprender a bailar bajo la lluvia. Porque por muy difíciles que se nos pongan las cosas, siempre podemos aprender a modular nuestra manera de afrontarlas.

Poniéndome ya como Victor Frackl, en “El Hombre en Busca de Sentido”, si no podemos cambiar la situación, siempre nos quedará la posibilidad de cambiar la actitud. Y cambiar la actitud nos ayudará a hacer pequeños cambios que pueden llegar a tener un gran impacto en nuestras vidas: una conversación diferente, una nueva postura corporal, un límite en el trabajo que antes no poníamos, un espacio para nosotros mismos que no nos dábamos, lo que buena mente se nos ocurra…

Cambiar la actitud nos ayudará a hacer pequeños cambios que pueden llegar a tener un gran impacto en nuestras vidas

Como decía Carmelo Monedero, la vida es problemática para todos, y no se trata de lograr que no haya problemas. Se trata de bailar y no dejar de bailarle a la vida. Se trata de disfrutar en la medida de lo posible con esos peldaños, resbalones, palmaditas en la espalda, grandes logros y ausencias, o despedidas… Se trata de hacerlo lo mejor que podamos, explorar, divertirnos, aprender… y asumir que somos responsables de nuestra vida, de nuestra historia, de las consecuencias de nuestras decisiones,, de nuestras acciones, de lo bonito y de lo feo, de lo fácil y lo difícil.

Se trata de hacerlo lo mejor que podamos, explorar, divertirnos, aprender… y asumir que somos responsables.

En el supuesto de que Sartre tuviera razón, si “somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros,” cómo no vamos a poder asumir esa responsabilidad y pasar de una psicopatología (de la vida cotidiana) a mejorar nuestras circunstancias y relaciones, tanto con los demás como con nosotros mismos.

Y a eso, se aprende.