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“La gente tiene hambre de respuestas. El coaching ayuda a formular las preguntas”

 

Disfruto mucho estudiando filosofía. Entre otras cosas, porque se dedica al estudio del SER, a la comprensión de lo que significa SER HUMANO. Ideas que por cierto, están muy cerca del coaching, no en vano el coaching tiene una base filosófica muy importante, como todo el mundo sabe.

Creo que una de las cosas que mejor hace el Coaching es devolverle su protagonismo al lenguaje, un fenómeno profundamente humano. En coaching decimos que vivimos en mundos interpretativos, que el lenguaje no es inocente y que al hablar, generamos realidad. También decimos que el fenómeno del lenguaje se constituye fundamentalmente en lo social y que todo fenómeno social es un fenómeno lingüístico.

Cada una de estas afirmaciones daría para largas disertaciones en las que no voy a entrar para no dormir al personal. Baste con entender, al menos de momento, la importancia de esta dimensión lingüística que nos constituye como SERES HUMANOS. Una dimensión con la que podemos trabajar y que nos ofrece una mirada diferente, más fresca, y una serie de herramientas o aplicaciones prácticas que podemos llevar a nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, cuando aprendemos distinciones lingüísticas como hechos y juicios, emociones y necesidades y tantas otras que nos ayudan en las interacciones diarias con nuestro entorno.

El coaching pone a la persona en el centro, le da todo el protagonismo y pone a su disposición las herramientas necesarias para ayudarle a crecer.

El empoderamiento es esa palabra que suena tan mal y que está tan de moda y que yo creo que, a fin de cuentas, es la culminación de un buen proceso de coaching

El coaching pone a la persona en el centro, le da todo el protagonismo y pone a su disposición las herramientas necesarias para ayudarle a crecer. Y creo que este anteponer lo humano, lo esencial de cada uno, es lo que se necesita y lo que nos catapulta a las personas hacia la salud, el crecimiento, la reconexión con nosotros mismos y la realización personal.

La vida pasa factura, yo venía bastante perjudicado cuando entré en contacto con el coaching y con el CEC. Y no me cabe duda de que sus valores humanos, su calidad y calidez, la manera de encarnar los principios del coaching, fue lo que más me ayudó en el proceso de conocerme, de sanarme, de crecer, de aprender a ser coach y de encontrar mi propia realización personal y profesional.

Y la acción. La bendita acción que nos permite probar, explorar, hacer cambios significativos y aprender.

El empoderamiento es esa palabra que suena tan mal y que está tan de moda y que yo creo que, a fin de cuentas, es la culminación de un buen proceso de coaching. Consiste básicamente en hacernos responsables de nuestras circunstancias existenciales, cada uno de las suyas, y a partir de ahí, reunir el coraje para empezar a hacer las cosas de otra manera. ¿Qué cosas? Aquellas que ya no podemos seguir eludiendo, si queremos avanzar hacia nuestros objetivos. En mi propia experiencia, responsabilidad y empoderamiento son dos palabras casi idénticas. O al menos, íntimamente relacionadas: a mayor responsabilidad, mayor empoderamiento. Y a la inversa, cuanto más nos empoderamos, más responsables nos hacemos.

Y la acción. La bendita acción que nos permite probar, explorar, hacer cambios significativos y aprender. Qué importante fue para mí descubrir que el verdadero aprendizaje se produce en la acción, cuando me atreví a probar pequeñas acciones que poco a poco fueron transformando mi mundo. Porque cuando tú cambias, el mundo cambia a tu alrededor.

Por todos estos motivos, creo que el coaching es una técnica poderosa, fundamentada, práctica y muy efectiva y nunca me cansaré de recomendárselo a todo el mundo.